Hoy termina el mes brillante de Chile. Los treinta días de septiembre han transcurrido inquietos, y en cada lugar de nuestro territorio hubo alegría y fiesta por este nuevo aniversario de la Independencia nacional. En todas partes, menos en el norte de nuestra patria. Allí, de nuevo, se irguió el fantasma asesino, esgrimiendo otra vez los fusiles para ahondar surcos de sangre en la tierra del salitre.

Una vergüenza sin límites, una injusticia sin nombre tronchó la vida de varios mineros. Fue en la víspera del 18, las banderas ya alzadas debieron enrojecerse más, y la estrella solitaria debió sollozar por los hijos de aquellos que dieron por su pureza hasta el último aliento de sus existencias.

La misma pampa, ganada por los pampinos centímetro a centímetro en la Guerra del Pacífico, ha vuelto a ser el escenario de la ignominia como en los tiempos de la Escuela Santa María en Iquique, La Coruña, etc.. La historia de Chile tendrá que escribirse de nuevo porque tiene nuevos héroes y nuevos mártires, porque se lucha por la libertad de comer, de vestirse, por la libertad de cerrarle el paso a la tuberculosis, por la libertad de aprender. Para ello nuestra democracia le ha puesto a los ciudadanos de Chile, en el norte, una cortina de fusiles para defender intereses foráneos y burlar a quienes son los más legítimos poseedores de nuestras riquezas nacionales.

El Guerrillero, minúsculo bastión, alza su voz indignada de protesta por este criminal atentado contra la democracia, por el cercenamiento del derecho más elemental de un ciudadano: su vida. No podríamos callar este hecho así tuviéramos que indicar a los asesinos, pero el pueblo de Chile los ha acusado y no olvidará jamás a los mártires del norte que, en vísperas del día más hermoso del país, quedaron sin voz y sin aliento, tendidos en la pampa como si hubieran sido bestias despreciables.

Esta experiencia habla claro de la impotencia de un sistema que enarboló la bandera de la esperanza para atraerse las simpatías de las masas desesperadas. La invitación del lobo, la mascarada más brutal de los últimos tiempos.

Al igual que en las dictaduras de América, nuestro país, ejemplo de democracia continental, ha pecado de la misma forma, y para ello se le vino el calendario encima, tiñendo más rojos aún los días en que celebramos el primer grito de libertad.

No se podrá de esta manera romper el anhelo de días mejores en los obreros, como no se pudo tampoco, hace un siglo, detener a los patriotas que conquistaron con su propia sangre esta libertad.

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