Estamos en una dura encrucijada. Las dos grandes potencias políticas del mundo, el capitalismo y el socialismo, viven sus más oscuros días de los últimos años. La odiosa intervención anglo-francesa-israelí y su matonaje con Egipto, por un lado, y la pobre y escandalosa intervención soviética en Hungría hablan claro de la no autonomía de los pueblos y el deseo manifiesto de subyugarlos de cualquier manera, aún con la opinión pública del mundo en contra.

No podemos consentir de ningún modo con que la corrupción de un sistema, desangrado en la patriótica Hungría, tenga que hacernos callar y dejar de lado nuestra crítica más dura y punzante. No tenemos derecho a pedir que se deroguen las leyes represivas de nuestro país si hacemos vista gorda a la metralla comunista que hoy detiene la autodeterminación del pueblo húngaro. Tenemos que ser sinceros y lamentarnos de la intromisión soviética que hace peligrar el socialismo magiar, que puede transformarse en una terrible dictadura o regresar simplemente al capitalismo, lo que sería la peor desgracia para el sufrido pueblo húngaro. Esto es, en buen romance, intervención tipo imperialista con el respaldo extraño de la hoz y el martillo.

Tampoco podemos consentir de ningún modo que se burlen los principios más elementales de los derechos del hombre y de la autodeterminación de los pueblos, con la actitud más triste del Reino Unido y Francia, indudablemente de acuerdo con Israel en el matonaje más abyecto desde la Segunda Guerra Mundial hasta el día de hoy. Los aviones de S. M. de la Real Fuerza Aérea y de la Gran Francia bombardean el Cairo, destruyen la aviación egipcia en varias ciudades, dando paso libre a los israelíes que están convencidos que con el respaldo de las dos potencias pueden dar cauce abierto a sus anhelos bélicos.

Lo peor de todo es el “embolsillamiento” de Francia, Inglaterra e Israel de los acuerdos de las Naciones Unidas. Con esto prácticamente demuestran el despotismo más abierto y, al mismo tiempo, la poca importancia que dan a esta organización mundial, en donde se han apoyado tantas veces para desarrollar sus actividades imperialistas.

En esta encrucijada debemos meditar profundamente. La libertad de que gozamos, tantas veces amenazada, debemos defenderla con toda la fuerza de nuestro espíritu. Ella es quien ahora sufre los grandes vigores en Egipto y Hungría con la invasión exterior. Chile, país ejemplo de democracia continental, debe ser un baluarte en la defensa de la democracia en el seno de las Naciones Unidas, contra la intervención extranjera en los asuntos internos de cada nación.

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