Todo nuestro largo territorio, recortado nerviosamente a las orillas del Pacífico, celebrará alborozado mañana el día de nuestra Independencia nacional. Desde el 18 de septiembre de 1810, corrientes renovadoras de libertad han dado jerarquía de luchador infatigable al pueblo de Chile. La trayectoria histórica que terminó con la monarquía española en las tierras del sur estuvieron siempre animadas por una inspiración enaltecedora, que dio personalidad nacional a nuestro pueblo. Más tarde habría de demostrarse nuevamente en las dos guerras en que resultó victorioso sobre el Perú y Bolivia, donde las hazañas de nuestros rotos superaron a la leyenda y se hicieron famosas en todos los litorales del mundo.

Conseguimos lo fundamental de nuestra nación: la libertad. Sin embargo, cuánto se ha hecho y cuánto se hace por agobiarla y amordazarla. Mañana nos sorprenderá un 18 de septiembre más, día símbolo de nuestra libertad ciudadana, con una ley escandalosa, ridícula y estúpidamente llamada Ley de Defensa Permanente de la Democracia, que no es otra cosa que el atentado más feroz a los derechos elementales del hombre, por los cuales lucharon y dieron su sangre nuestros grandes padres de la patria. Con la bandera-comunista han caído han caído bajo esta odiosa ley anti-libertaria hombres de todas las tiendas políticas, incluso radicales, siendo radical el Presidente de Chile que la exigió al Parlamento. Las leyes discriminatorias anti-sindicales, como la circular Koch Yáñez, son otra afrenta a la libertad que mañana celebraremos con tanto júbilo en fondas y ramadas.

Se hace necesaria, entonces, la conquista definitiva de nuestra Independencia. Al calor de las grandes tradiciones de nuestra patria, todos los chilenos tenemos el deber de luchar por lograr toda la libertad de que somos acreedores, como la herencia sagrada que nos legaron nuestros antepasados.

Las elecciones presidenciales de 1958 abren ancho camino para la depuración de nuestra democracia. El pueblo chileno debe exigir, antes que nada, realidades, porque las promesas nunca estuvieron más desprestigiadas en este régimen en que se anunció con descaro inigualable la derogación de todas las leyes represivas, la defensa de nuestras riquezas nacionales, incluso hasta la Reforma Agraria. Las clases trabajadoras deben levantar un candidato que de amplias garantías nacionales, que represente verdaderamente al pueblo de Chile. Bien haremos en dar nuestra opinión con respecto a los tres candidatos actuales: de ellos el que más se acerca a los postulados legítimos del pueblo es el candidato Luis Bossay Leiva, quien es además honorable Senador de la República. Su partido debe buscar el único apoyo que de a su candidatura un rostro netamente democrático y reivindicacionista. Este apoyo debe hallarlo en los partidos populares que están afiliados en el FRAP, pero para ello deberá presentar un programa más amplio y demostrar en el terreno que está por la libertad y la defensa de los trabajadores. Si el FRAP, pese a todo, no busca la unión de toda la izquierda, será culpable directo de un nuevo régimen en el cual se desvirtuarán las bases esenciales deben descansar las aspiraciones de nuestro pueblo.

Hay que luchar por la nueva Independencia libertaria y económica de nuestro país.

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