A raíz de que Cocema, en un esfuerzo que fuimos los primeros en aplaudir, distribuyó más de ocho toneladas de merluza a través de toda la provincia de Colchagua, anunciando que había tenido gusto a poco y que en la próxima entrega se repartirían dieciséis toneladas, se produjo un escozor de Padre y Señor mío en los círculos dirigentes de la Cámara de Comercio Minorista.

Examinemos a fondo este hecho, que es bastante decidor. Por un lado están cuatro o cinco comerciantes que se sienten perjudicados porque no son ellos los que venden esta merluza. En primer lugar, no tienen los medios con qué hacerlo; en segundo lugar, los márgenes de comercialización que ellos tienen encarecen el artículo; y en tercer lugar, son una minoría demasiado evidente para cambiar los objetivos que se persiguen.

Por el otro lado existen miles y miles de familias a todo lo largo y ancho de la provincia que sencillamente no consumen pescado, por cuanto jamás les ha llegado como ahora: E° 2,50 o E° 3 el kilo, cuando hay que cargarle el flete. Es decir, un kilo de merluza por mucho menos de lo que cuesta un kilo de pan.

El cacareo contra este esfuerzo del Gobierno popular por motivar el consumo de pescado, que tiene un alto valor nutritivo, las críticas mal sanas contra esta campaña alegan que perjudica ni a media docena de comerciantes, es atentatorio en contra del pueblo de Chile.

Las críticas de estos señores dejan en claro algo muy evidente: primero está el bolsillo del comerciante y, enseguida, el abastecimiento y la salud del pueblo.

Estar en contra del reparto de merluza es estar a favor del hambre de los colchagüinos. Estar contra la merluza es estar contra la salud de los niños colchagüinos. Estar contra la merluza es estar a favor de la sedición y la oposición ciega en contra del Gobierno popular.

Es importante que las dueñas de casa se movilicen en este sentido. Las mujeres, que son las que precisamente durante años y años de gobiernos reaccionarios y burgueses han sufrido las ollas peladas, deben levantar un muro de contención frente a esta vergonzosa oposición de parte de los tiburones.

Ahora bien, El Guerrillero propone que esos cuatro o cinco comerciantes de pescado que existen en San Fernando les sea entregado un porcentaje apreciable de merluza y se les ayude a situarse en lugares estratégicos para que expendan con un margen de comercialización decente. Nadie hace estas cosas para perjudicar a cuatro o cinco particulares. Se reparte la merluza para darle de comer al pueblo, barato, y podamos reponernos del ganado que nos hace falta por culpa de los latifundistas que jamás se preocuparon de fomentarlo en la medida que la población crecía.

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