Ayer en la madrugada asesinaron fríamente al edecán naval del Presidente de la República, capitán de navío Arturo Araya Peeters, un grupo aproximado de diez fascistas. El dramático hecho sucedió alrededor de la una de la madrugada en el propio domicilio del infortunado edecán, calle Federico Oteíza Vargas N.° 1923.

La señora del edecán manifestó que primero se sintió una fuerte explosión cerca de su casa, lo que ambos comentaron. Instantes después se sintió un estallido en el jardín. El edecán se asomó a la ventana del segundo piso en donde está ubicado el dormitorio, recibiendo una ráfaga de metralleta, a la cual alcanzó a responder pero ya se encontraba herido de muerte. Se llamó rápidamente una ambulancia en la que fue trasladado al Hospital Militar.

El trágico suceso fue comunicado al compañero Salvador Allende en el momento en que éste viajaba en su automóvil presidencial a su residencia de Tomás Moro, por intermedio del radio-teléfono instalado en el vehículo. El compañero se dirigió de inmediato hasta el Hospital Militar, en donde estuvo hasta que expiró su edecán.

Luego, el Presidente comunicó la infausta noticia al Comandante en Jefe de la Armada, almirante Raúl Montero. Visitó enseguida a la esposa y familiares de su edecán, presentando las condolencias más sentidas en nombre del Supremo Gobierno. Ordenó, asimismo, que los restos del marino fueran velados en el Palacio de La Moneda.

El propio Presidente de la República ordenó a Investigaciones que realizara la pesquisa, ocupando todos los medios a su alcance para dar con los asesinos, mientras ya peritos balísticos estudiaban el caso con todo ahínco.

Así responden los fascistas los llamados a la concordia que ha hecho el Gobierno popular para no desbarrancar al país en una guerra civil y lanzar a Chile en un baño de sangre. Así responden los fascistas y golpistas al llamado del cardenal y de los obispos de la Iglesia chilena a la paz nacional. Así responden los fascistas. Sepan cómo son. Sepan lo que pretenden a la luz de los trágicos hechos. Esta gente es la que pretende reconstruir Chile. Están jugando peligrosamente con la paciencia del pueblo, de los trabajadores.

Después dirán que no lo dijimos ni lo advertimos. Después dirán que la furia desatada la hemos lanzado nosotros. Cuando venga el rechinar de dientes no nos olvidemos del marino chileno que murió ametrallado en su propia casa, ni del general Schneider.

Lo quiera o no el Gobierno popular, la paciencia de los trabajadores finalmente se va a terminar.

Comentarios