El fascismo está destruyendo la patria. Dinamitan puentes, líneas férreas —como acaba de ocurrir entre Rancagua y Graneros y entre Rancagua y Requínoa—, rompen los oleoductos, dinamitan torres de televisión y radio, asaltan, matan y asesinan, balean a destajo a quien se les pone por delante: les faltó poco para volar entero nuestro puente de Tinguiririca. Quieren destruir a Chile. Jamás podrán decir que defienden la democracia, porque la quieren arrinconar y matarla por la espalda.

Los partidos de izquierda que militan en la Unidad Popular nunca cometieron actos de esta especie, pese a que los gobiernos burgueses les daban con el mocho del hacha, asesinándolos o enviándolos a campos de concentración. Los trabajadores en el Gobierno están demostrando que son los que verdaderamente defienden la democracia.

La bestia herida se revuelca desesperada. Los fanáticos aúllan a la luna y sacan a relucir sus metralletas y cuchillos. La patria sangra. Los Caínes, en pleno parricidio, apuñalan a Chile, buscándole el corazón para matarlo. No es otra cosa la que hacen porque su única patria es el bolsillo. El pueblo está alerta y observa, y sabe que finalmente los asesinos están cavando su propia tumba.

Los chilenos hemos optado por hacer los cambios de estructura en plena democracia, hecho jamás visto en la historia de la humanidad. Lo hacemos así porque nos creemos capaces de hacerlo, tomando en cuenta la calidad humana de nuestros hombres y mujeres, de nuestra tradición democrática, y lo estamos consiguiendo mientras el mundo entero no nos quita los ojos de encima ante un fenómeno que, de resultar, puede provocar un vuelco trascendental en la lucha de liberación de todos los países oprimidos por el capitalismo. Chile ha aceptado este desafío de ser el pionero en el planeta.

Pero he aquí que las bestias enfurecidas se han venido encima de la patria para impedir que se realicen estos cambios estructurales que necesitamos para salir del subdesarrollo, y pretenden incendiar de odio y muerte a Chile por los cuatro costados. Están jugando la última carta. No conocen a Chile y los chilenos. Y los fascistas caerán derrotados una vez más, porque la fuerza del pueblo aún no ha entrado en actividad y cuando ello ocurra, cuando la fuerza de los trabajadores se ponga en tensión para defender la patria, serán pulverizados y arrasados. Cuidado con despertar al león dormido, que duerme en el corazón de cada obrero y campesino. Es preferible tenerlo marchando por las calles que en otra actitud que la historia ha guardado en páginas inmortales.

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