Los caballeros que van a misa los días domingo a las once y media de la mañana tienen el ceño fruncido. Aguantan al cura, a los acólitos, al incienso y hasta al rosario una vez a la semana. Son capaces de confesarse una vez al año. Pero no más. Con eso ya pueden autocalificarse de cristianos y, por lo tanto, ostentar todas las garantías que corresponden a un hombre que cree en Cristo.

Sin embargo, cuando se trata del bolsillo, de los intereses, de los costos, de las amortizaciones, la cosa cambia, porque el amor al prójimo cabe justo en el lugar del sencillo. Hablando del duro, esa es otra cosa muy distinta. Por el duro, es decir por el billete largo, es dable asesinar sin asco, permitir que los niños se mueran de frío, ser capaces de vender la patria y matar a Chile por la espalda.

El billete largo es sagrado porque representa el buen vivir a costa de los demás: buenos colegios para los hijos, buena ropa, comida en abundancia, buen chalet con piscina, buenos viajes al extranjero, vacaciones largas y asoleadas sin necesidad de estar firmando letras. Todos estos símbolos son lo suficientemente sagrados para lugar por ellos hasta las últimas consecuencias. Cuando estos símbolos del buen vivir están en juego, no sirven los símbolos del cristianismo, están demás, molestan, perturban y confunden.

No se explica de otra manera cómo un cristiano es capaz de lanzarle piedras a un microbús que pasa por San Fernando, sin importarle que la piedra mate a un pasajero, que puede ser mujer o que puede ser niño. Lanzan la piedra a lo loco, como quien dice “el que caga, caga”, el asunto es hacer algo, cualquier cosa por infame y terrible que sea, con tal de parar a los facinerosos marxistas. La verdad es que lo único facineroso que tienen los marxistas es atentar contra el bolsillo del rico, nada más, y esa es suficiente razón para inventarle a los comunistas las mentiras más insólitas e irrisorias.

Quien defiende el billete largo, cuando lo tiene, a costa de la vida y de la tranquilidad de los demás es un facineroso; y quien defiende el billete largo, cuando no lo tiene, además de ser un facineroso es un pobre tipo de segunda cuya mollera no le da para más, y si no fuera por el daño que hace habría que tenerle una tremenda lástima.

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