Tendrán que dar cuenta a la historia quienes, de una u otra manera, en estos momentos están haciendo cuanto es posible por derribar este Gobierno popular. Si logran su objetivo, significará que la democracia y el juego democrático tan característico de Chile se habrá ido a las reverendas pailas.

Nuestra tradición democrática, de seguir los cauces de la vida cívica conforme a las leyes, es una tradición chilena apegada a la piel de la nación. Cuando ha habido necesidad de hacer algunos cambios se han hecho conforme a esta práctica, aunque muchos gobiernos burgueses cobraron mucha sangre para hacerlos, pero finalmente fueron las leyes las que se impusieron.

En este momento se pretende romper las reglas del juego, porque éstas ya no convienen a quienes usufructuaron hasta la saciedad de un estado de cosas ya insostenible. Si se cambian las reglas será dos veces peor para la burguesía, por cuanto el movimiento revolucionario abandonará la vía pacífica, el entendimiento entre las partes, y no quedará otra salida que la violencia y la vía sangrienta.

Los chilenos nos hemos creído lo suficientemente inteligentes para ser los únicos en este planeta capaces de hacer la revolución sin muertes ni tragedias, y en esto estamos. Pero si no queda otra alternativa, los chilenos de la mayoría lo van a sentir mucho por los chilenos de minoría y va a quedar el despelote. Mejor avanzamos tranquilitos, a la chilena, sin disparos ni metralla, hasta alcanzar el Chile que todos ansiamos.

La burguesía, respaldada y dirigida, orientada y pagada por el imperialismo norteamericano, se está jugando entera para que esto desboque en la violencia. ¿Saben exactamente a lo que exponen al pueblo y a lo que se expone ella misma?

Si logran derrocar al Gobierno popular deben saber que se les contestará de una manera tres veces peor de lo que ellos hacen en estos momentos. Creemos que la patria debe ser de todos y no de una minoría, y si la patria no es de todos, no será de nadie.

El heroico y libertario pueblo chileno no aceptará jamás un dictador, un déspota o un tirano, y para derrocarlo verterá generosamente hasta la última gota de sangre proletaria. Y cuando los pocos se enfrentan a los muchos, la historia lo ha demostrado, siempre ganan los muchos y los pocos se llevan la peor parte, que no se les olvide.

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