Alberto Blest Gana
Nació en Santiago en 1831.
Hizo sus primeros estudios en la Academia Militar. Más tarde fue enviado a Europa para perfeccionarse. Sin embargo, al retornar a Chile, se separa de la profesión castrense y se dedica a la docencia, inicialmente en la misma Academia y después en escuelas públicas.[1]
Ingresó a la administración pública como jefe de sección del Ministerio de Guerra. Entre el 4 de julio de 1864 y el 24 de noviembre de 1866 fue intendente de la provincia de Colchagua. En 1870 fue elegido diputado[1] por el departamento de San Fernando, para el período 1870-1873. Participó en el Congreso Constituyente de 1870, cuyo objetivo fue reformas a la Constitución de 1833. En 1871 fue reemplazado por el diputado suplente Osvaldo Rengifo Vial.[2]
En 1871 fue enviado a Washington, D.C., EE.UU., como ministro plenipotenciario, cargo que ocupó hasta 1873, cuando fue nombrado en el mismo puesto en Londres, Reino Unido. Se le encargó, posteriormente, el servicio de la legación de Chile en París. Sobre sus labores diplomáticas, Pedro Pablo Figueroa expresa, en 1888:[1]
El departamento de Relaciones Exteriores guarda archivados los documentos históricos de los negocios internacionales que ha llevado a feliz término el señor Blest Gana en los últimos veinticinco años. Allí se encuentran también acopiados los testimonios de la actividad, patriotismo y probidad del agente diplomático chileno ante las más poderosas naciones del viejo hemisferio.
A su laboriosidad e inteligencia se debe la celebración de pactos que han salvado al país en situaciones angustiosas. Durante el período de la guerra con España, gestionó la adquisición de elementos bélicos de mar, y cortó en su origen la odiosa reclamación del capitán Hyde. Él obtuvo la incorporación de Chile en la Unión Postal, suprimiendo las estafetas consulares británicas, cuya existencia en el país constituía una usurpación de la autonomía nacional.
Remató, sin gravamen para el erario, la cuestión de la Jeanne Amelia. Pero sin duda alguna, su obra más considerable ha sido la de armar al país en el curso de la guerra del Pacífico. A la par que adquiría elementos de guerra, ensanchaba el crédito de la República, abría horizontes a la inmigración y creaba mercados para los productos naturales de esta región del globo.[1]
Como escritor, redactó populares novelas y obras, destacándose entre ellas Martín Rivas, La fascinación, El ideal de un calavera, El primer amor y La aritmética en el amor.[1] Sobre su trabajo literario la Biblioteca Nacional de Chile expresa: "la obra del denominado "padre de la novela chilena" es un estudio fiel y genuino de las costumbres criollas, basado en el recuerdo de la patria lejana".
Colaboró en los periódicos La Semana, La Revista del Pacífico, El Sud-América, y en La Revista Chilena.[1]
Referencias
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