No tenemos encono personal contra nadie. Ni con los médicos, ni con los hospitales, ni con nadie en particular. Son los propios lectores los que llegan hasta El Guerrillero para hacer las denuncias.

El caso del hospital de Chimbarongo no es el único en Chile. Se debe recordar las irregularidades que el compañero Salvador Allende encontró en el hospital de Talagante, con motivo de visitar a Mamá Rosa. Y no sólo los hospitales. Toda repartición pública en sí está algo corrompida. Los bichos de la burocracia, del sectarismo, del cuoteo, de la irresponsabilidad, de la negligencia que han venido produciéndose desde años inmemoriales, han maleado las cosas hasta un punto increíble.

Si las parroquias fueran reparticiones públicas, menudas cuentas estaríamos sacando con sacristanes pérfidos y beatas burócratas, curas sectaristas y monaguillos displicentes. Pero no se trata de parroquias, que afortunadamente no viven del erario nacional y allá ellas con sus problemas, se trata de servicios públicos que finalmente todos los chilenos pagamos con la cuota que nos corresponde y, por ende, tenemos derecho al pataleo, a la denuncia, a la protesta.

El Intendente Juan Codelia aseguró hace días que empezaría a colocar puntos en aquellas ies que no tuvieran. Lo importante es que esto se haga público y podamos todos enterarnos debidamente del problema y, de esta manera, entre todos encontrarle solución.

Vale aquí una frase del Presidente Allende con respecto a los burócratas de las reparticiones fiscales: “¿Con qué derecho pedimos a los campesinos, a los obreros que produzcan más, si nosotros, ustedes, que tienen por último condiciones de vida muy superiores, son incapaces de comprender que deben dar un ejemplo?”.

Y qué decir del sábado en la mañana. Unos por aquí y otros por allá ya lo van dejando de lado. El propio compañero ha dicho: “He tenido que arrancar con mis propias manos, en tres gobernaciones, papeles puestos ahí escritos a máquina o a mano: ‘No se trabaja el sábado en la mañana’”.

Pero hay algo más para los burócratas y tramitadores, que a veces hasta tramitan la vida para despeñarla en el abismo de la muerte. Ha dicho el compañero Allende: “Falta coraje para tomar decisiones. Les digo que es preferible que un compañero se equivoque, pero que tome una resolución y no que seamos y hagamos lo mismo siempre: tramitar y tramitar y dejar que las cosas se añejen. Pienso que un funcionario revolucionario significa un hombre que ha tomado conciencia de su responsabilidad, está dispuesto a hacer las cosas y a hacerlas bien”.

Comentarios