Hace ya algunos días que murió. Fue un año negro, perro. Si dejó desgracias para todos los pueblos del mundo, con Chile le echó con la olla. Es el comentario popular que se escucha a menudo.

Un año de sombras y de terremotos, de lágrimas y de erupciones volcánicas, año de muerte y de espantosas salidas de mar, de ese “dulce mar que tranquilo te baña”.

Es cierto, 1960 fue un año de perros. Se botan las papas por toneladas en Valparaíso y en el sur comen poco. Un año sin reajustes y con la triste esperanza de un reajuste del 15%. Un año malo.

Pero también un año de nuevas esperanzas. Los chilenos somos así: entre más desgracias nos llegan, entre más nos patean, más vigorosos nos ponemos para volver a levantarnos. La naturaleza nos aporrea desde hace siglos, nos deja grogui, con las ciudades destruidas, con los hijos muertos, pero renacemos con más vigor, con más aliento, con más ilusiones.

Eso es lo grande que nos ha dejado 1960: nuevas esperanzas. Alguien ha dicho por ahí que somos una raza distinta. ¿Raza? Creemos que no, pero espíritu nacional sí.

Somos un pueblo que siempre ha vivido solo. Y la gente sola adquiere carácter, personalidad, pujanza. Por lo menos eso era lo que decía el gran periodista italiano fallecido Curzio Malaparte. Y esto de que somos un pueblo solo es muy cierto. Nuestras fronteras son terribles: por el poniente el inmenso Océano Pacífico, por el oriente el tremendo macizo andino; por el norte los grandes desiertos; y por el sur… bueno, por el sur el fin del mundo. Con fronteras así es para sentirse verdaderamente aislado.

Cuando el canal de Panamá aún no se construía, para llegar a estas lejanas tierras había que dar la vuelta por el estrecho de Magallanes. Una vuelta de manzana bastante larga.

Por todo esto es cierto que somos un pueblo solo, con cierta personalidad. Por eso es que aquí no pasan las mismas cosas que pasan en otras partes. Y por eso es que este año 1960, que ya murió, nos dejó más fuerte que nunca la dulce esperanza.

¿Y este 1961? Habrá que vivirlo expectante. Ocurrirán tantas cosas nuevas que la sorpresa será el pan de cada día. El panorama internacional proyectará como siempre sus sombras y luces hasta nuestro país y tendremos que movernos cada vez con más cuidado. Los científicos deberán mandar un hombre al espacio y aquí nos quedaremos con la boca abierta.

Por nuestra parte aplaudamos estas hazañas, pero hagamos esfuerzos por lo que a nosotros nos corresponde. Luchemos cada cual por hacer progresar nuestra ciudad y nuestra provincia. Comencemos por meditar profundamente a quién le vamos a entregar nuestro voto en las próximas elecciones, y eso ya será un aporte sincero e importante al progreso de nuestra zona.

Adiós 1960. Quedarás en el álbum de los malos recuerdos. Y también en el álbum verde de las esperanzas.

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