La derecha, los reaccionarios y los momios caminan hacia el despeñadero. Pero es importante decir, si es que son ellos solos los que se desbarrancan no es problema. El problema es que en su caída pueden llevarse consigo algunas cosas que nos importan mucho. Concretamente, al ver fracasadas sus tentativas de volver a tener el sartén por el mango y de esa manera retroceder al tiempo de la infamia, prefieren destruir la patria. Jugarse el todo por el todo.

Y esto es lo que los buenos chilenos quieren evitar: la destrucción de vidas y bienes materiales. Las primeras, porque son sagradas. La vida de un hombre vale más que toda una fortuna. Los bienes materiales finalmente serán propiedad de todos y será una buena base para despegar y salir del subdesarrollo.

Pero los bandidos se juegan enteros. Ni una Iglesia consecuente, ni las Fuerzas Armadas estrictamente profesionales les han hecho cambiar de estrategia y de táctica. Al revés de los Tupamaros dicen: “Si la patria no es de los ricos, no es de nadie”.

No les ha importado hambrear al pueblo en una crisis de octubre. No les ha importado sabotear la producción. No les ha importado desatar el contrabando, el mercado negro y una sedición desenfrenada. Son los anti-patria, los más declarados enemigos de Chile.

¿Cómo pararlos? Solo con la unidad, la unidad férrea, que resulte indestructible, monolítica, capaz de erradicar definitivamente al fascismo.

Pero la unidad en la acción es difícil. Para ser unitario hay que ser primero inteligente. Este proceso no es para los tontos. Los tontos son un peligro para cuando de unidad se trata. Y el abuelo decía que “las piedras se podrán acabar, pero los tontos nunca”. Por eso hay que aislar a los lesos y relegarlos al plano que les corresponde.

¿Qué hace usted por la unidad, compañero? ¿Anda poniendo de por medio su partido en cada tarea? Bien que lo haga, pero hágalo con inteligencia, con sabiduría. Comience por descalificar al tonto y entiéndase con el inteligente, sino va a caer en el sectarismo odioso y va a caer en la anti-unidad.

Un tonto es tan peligroso como un momio: ambos buscan la división de las fuerzas populares y de izquierda. Por eso antepongamos, a cualquiera bandera política, la unidad. Cedamos terreno, ganemos terreno, pero que siempre sea en beneficio de la unidad. No es solo un grito, es una verdad histórica tremenda: “La izquierda unida jamás será vencida”.

La consigna será válida cuando tengamos la resolución definitiva de terminar con los tontos que andan con la revolución en el bolsillo del chaleco.

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