Los leoneros cuentan que el puma acorralado es el más peligroso. Primero le echan los perros y éstos persiguen al león por cerros y quebradas. Pueden darle alcance, pero la fiera no se preocupa, mientras tenga una salida. Uno que otro tarascón y uno que otro zarpazo. Pero cuando todas las salidas se cierran, cuando queda acorralado, porque así inteligentemente lo ha decidido el cazador con sus perros, el león se parapeta contra una roca y allí se dispone a cobrar cara su vida.

Ese es el momento peligroso. En ese lapso es cuando los perros caen bajo las zarpas asesinas del puma. Toda la cacería pudo haber sido impecable, sin bajas, pero allí se producen. El león sabe que es el fin y la desesperación lo hace perder el tino, la serenidad, la astucia y enfrenta con una audacia increíble. Los perros no echan el poto para la zarzamora: embisten todos a la vez y muchos caen sacrificados bajo las garras terribles de la fiera. Aquello es una batalla de vida y de muerte. Llega el cazador y de un certero balazo mata al puma. Se cuentan las bajas. A veces son muchas. El león desesperado ha muerto combatiendo hasta el último instante. Cuando da el último suspiro todavía mira con odio a sus perseguidores.

Igual es la burguesía. El pueblo chileno la tiene hoy acorralada, sin esperanzas. Sabe que su muerte es inminente. Como una fiera herida cobra caro por su vida. No le importa nada. Todo lo que defendió antes, ahora lo ataca. Se abraza del fascismo como la última tabla de salvación. Ruge, brama, calumnia, asesina. Sabe que para ella ya está perdido todo.

Examinemos a la luz de los hechos a esta burguesía acorralada. Asesina a un obrero en Concepción, asesina a otro en la Alameda en Santiago, dinamita una torre del Canal 7 de Televisión, lanza a una huelga desesperada a una minoría desclasada de trabajadores de El Teniente buscando con desesperación el enfrentamiento en Rancagua. Asalta las redes de los partidos populares, vocifera, insulta, se toma las radioemisoras. Hace exactamente lo que abominaba que se hiciera antes, cuando ella ostentaba el poder político.

La desesperación le deshace los huesos. Cobra caro por su vida de oprobio y explotación. Es el momento peligroso. Para derrotarlos definitivamente hace falta más unidad y más fuerza combativa. Ya les queda poco, pero hay que terminar con ellos definitivamente.

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