Y es cierto, algunos obreros de las minas de El Teniente van a huelga, aunque saben que con ello están perjudicando a Chile. No vamos a plantear en este momento si tienen o no tienen la razón. Es otra materia la que nos preocupa en este instante.

Estos huelguistas reciben la solidaridad de los ricos. ¡Qué extraño! ¿Cuándo los ricos estuvieron con los obreros? ¿Qué les pasa? ¿Desde cuándo están apoyando las huelgas?

En El Salvador, cuando la sangre corrió a raudales, no hubo ni un solo rico en Chile que levantara su voz para protestar por este horrendo crimen. Morían pollos, cerraban la sanguchera que hoy abren con tanto estrépito. La Democracia Cristiana de ese tiempo trataba de justificar desesperadamente la matanza de El Salvador; los partidos de derecha aplaudían al Gobierno asesino. ¡Bah! ¿Y qué les pasa ahora? ¿Se dieron vuelta la chaqueta? ¿Se pusieron, de improviso, obreristas?

Durante toda la dramática historia del proletariado chileno, los ricos, los mismos que hoy defienden tan extrañamente a una minoría de trabajadores de El Teniente en huelga, provocaron toda clase de asesinatos masivos en contra de los obreros. Miles hicieron matar en la Escuela Santa María de Iquique, en La Coruña, en Lonquimay. Pero hoy, a estos mismos ricos, de repente les ha bajado la compasión. ¿Cómo no entenderlo? ¿A quién quieren engañar además de esa minoría, presionada por una Democracia Cristiana anti-histórica y presionada bufonescamente por la derecha?

Daría risa, si no fuera por lo trágico que resulta ver cómo orquestan esa caravana de camiones con ayuda a los huelguistas.

Hay que abrir los ojos. Elementalmente todo lo que es bueno para los ricos es malo para los pobres, y lo que es bueno para los pobres es malo para los ricos. Siempre ha sido así y todavía sigue siéndolo.

La experiencia es realmente compleja. Los ricos, para mantener sus granjerías, están recurriendo a todo. Son capaces de engañar incautos. Aquellos que en vez de tener dos dedos de frente tienen uno o no tienen ninguno. Eso significa que queda en claro una de nuestras debilidades, cual es la poca penetración ideológica que existe en algunos sectores proletarios. Esto hay que remediarlo a la brevedad: hay que duplicar los esfuerzos por cumplir con esta tarea tremenda, no perder ni un instante más. La unidad se logrará principalmente cuando las grandes e inmensas mayorías del país tengan la película clara. No veremos así a los desclasados que, por falta de conciencia política, están haciendo el triste papel de frenar el proceso y la historia.

Con este proceso que vivimos los pobres nada pierden, sólo los ricos perdieron, pierden y perderán. Por eso se defienden como gatos de espaldas. Los pobres no podemos hacerle el juego, además del ridículo se causa un grave daño, difícil de reparar, como ha ocurrido con algunos despistados de El Teniente.

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