Mucha gente de la oposición no le quiso dar importancia al fallido intento de secuestro o muerte que sufriera, el miércoles pasado, el general Prats. Incluso dijeron algunos momios que para ellos fue un nerviosismo tonto de parte del general hacer dos disparos porque una mujer le sacó la lengua. Según ellos, la cuestión en sí fue puro “hueveo”.

Ilusamente quisieron convencer a la masa que ese fue un acto de matonaje o cobardía de parte del general. Pobres tontos… después de los hechos ocurridos con el desaparecido general Schneider, seguramente iban a pillar desprevenido al general Prats. No sólo debe ir vestido de bravura un militar, sino también hace falta inteligencia y nervios de acero para llevar bien puesto el uniforme (como lo demostró en el “hueveo” del viernes).

Demás está decir a la opinión pública que los dos hechos están ligados. Está a la vista que suprimiendo al general en jefe de las Fuerzas Armadas quedaba el camino expedito para la intentona programada para derrocar al Gobierno. Les falló el primer plan y siguieron con el segundo. Pero, ¿cuándo se iban a imaginar que la misma víctima escogida para el primero les iba a desbaratar el segundo?

¿Cómo podrán jamás convencer al pueblo que el general Prats es un tipo nervioso y que se amedrenta ante una jauría de momios, cuando bien demostrado quedó para la historia de Chile que gracias a su entereza y su valor se impidió el comienzo, en el día 29 de junio, de la guerra civil tan ansiada por los sediciosos?

¿Quién va a creer ya a doña Alejandrina que ella, inocentemente y sin tener nada que ver en ningún plan de la reacción, por pura “casualidad” encontró al general esa tarde y le sacó la lengua? Si no había nada premeditado, ¿cómo apareció una pintura mágica y una multitud en pocos segundos que se disponía a atacarlo? Si no es por la entereza del general que no vaciló en defender, revólver en mano, su preciosa vida disparando incluso a la renoleta de la vieja momia, Chile estaría hoy viviendo una carnicería humana.

Tampoco le temblaron las piernas ni vaciló un instante para ir a la cabeza de los suyos a enfrentar los tanques que rodeaban La Moneda. Arriesgando su vida por hacer cumplir la Constitución de nuestra patria, rodeado de francotiradores y con sólo dos ayudantes, hizo deponer sus armas a esos indignos militares que jugaron por unas horas con el destino de Chile.

Yo creo que no hay una sola madre del pueblo que en lo más recóndito de su corazón no venere la valentía y la no vacilación de un genuino chileno uniformado, como lo es nuestro querido general Prats.

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