Calzar cuarenta y cinco, con el talón afuera y los dedos encogidos, ya no es una sorpresa para nadie. Los patudos abundan en todos los niveles.

El periódico La Región, hija política y putativa de El Mercurio, entrevistó al doctor Mortis Baquedano haciendo un vano y desesperado esfuerzo por mostrarlo a la opinión pública al margen de la responsabilidad, que solo a él le cabe, de abandonar a un pobre viejo bajo el puente Antivero.

El gran patudo declara al pasquín momio que respaldará al funcionario del Servicio Nacional de Salud… ¿qué funcionario? ¿A quién le quiere echar la culpa de su monstruosidad el doctor Mortis? ¿Con quién quiere sacársela?

El Intendente Juan Codelia, en conversación sostenida con el doctor Hernández, éste le declaró que siendo el doctor tratante le había informado al director Baquedano que el anciano no podía ser dado de alta por cuanto no tenía domicilio y quedaría abandonado. ¿Qué le contestó al doctor Hernández el doctor Mortis? Le contestó que “bajo su responsabilidad personal le diera de alta”.

Ahora el gran patudo le quiere echar el muerto al doctor Hernández. Pero el doctor Hernández es un médico en todo el sentido de la palabra. Antes que nada, es un médico y no un patudo atornillante al revés, que es capaz de cometer monstruosidades ante su indiferencia total por la vida humana, siendo precisamente un jefe de salud. El doctor Hernández no es el doctor Baquedano, no es un político siniestro como el doctor Baquedano, es un profesional ante todo.

¿A quién le quiere echar la culpa entonces el doctor Baquedano? … ¿Al chofer de la ambulancia? ¿A él lo quiere respaldar? … ¿Qué culpa tiene el chofer de la ambulancia, si él recibe órdenes concretas? ¿Quién tiene la responsabilidad de la vida de un enfermo o de un convaleciente del hospital? … ¿Quién determina finalmente su destino, en un caso especial como el que nos preocupa? … ¡Sólo el director del hospital! Desesperado manotea como un condenado. Lo pillamos con las manos en la masa y no halla qué hacer.

Por otro lado, el gran patudo le echa la culpa nada menos que al Ministro de Salud, quien al estar de visita en la provincia para ayudarnos en los temporales le ordenó dejar lo más expedito posible el hospital para los futuros damnificados que pudieran solicitar servicio médico. Entonces nuestro gran patudo comenzó a enviar a sus domicilios a los menos graves. Agarró al viejito y lo envió a su “domicilio”. ¿Y cuál era el domicilio del viejito? El puente Antivero, porque allí lo atropelló un automóvil. Para ello movilizó a dos funcionarios y una ambulancia para que lo dejaran justo en el living de su casa, medio a medio de las piedras a la orilla del río. ¡Dios te bendiga por el calce que te gastas, negro!

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