Yo acuso ante la opinión pública al doctor Fernando Baquedano, director del hospital de San Fernando, de haber permitido se realizara un acto deshumanizado, que retrata de cuerpo entero a quienes les importa un rábano la vida de los demás con tal de mantener sus granjerías, su estilo de vivir, los dividendos que obtienen en un lugar preferente.

Yo acuso al doctor Fernando Baquedano de haber permitido que se llevara en la ambulancia del hospital que dirige, patente NNL 3, a Eleodoro Pradenas (o Saavedra) Muñoz para que muriera como un perro bajo el puente Antivero.

Yo acuso al doctor Fernando Baquedano de este hecho inhumano, porque él como médico sabe lo que puede ocurrirle a un viejo de 80 años botado entre las piedras. Lo acuso porque actuó con premeditación y alevosía, porque hasta se dio el gusto de hacerlo llevar en la ambulancia.

Yo acuso al doctor Fernando Baquedano porque él, como director administrativo de un hospital, no puede quedarse al margen de una responsabilidad como esta. La vida de un hombre, sea quien sea, es valiosa como para que quede supeditada en la maraña de una burocracia crónica.

La noche del jueves, mientras El Guerrillero entrevistaba al abuelo botado como un animal entre las piedras, el doctor Baquedano mantenía una importante reunión con importantes comerciantes en la Cámara de Comercio. Yo me he preguntado: allí, entre personas de bien, entre tanto caballero con autos a la puerta, ¿no pensó por un momento que un pobre viejo mientras tanto se moría? ¿Quién es verdaderamente el doctor Baquedano, que permite se mande a la muerte a un anciano, siendo él precisamente el que debe velar por la salud de la comunidad? ¿Quién lo puso en un cargo como director de un hospital, cuando ni se frunce para echar un paciente a la orilla del río precisamente cuando se sufren con más intensidad los rigores de un invierno cruel y prematuro?

El propio Intendente de la provincia debió intervenir ante este hecho espantoso, ante una petición de El Guerrillero. La primera autoridad dialogó con el abuelo debajo del puente, mientras el río corría amenazador a su lado y cuando docenas de pobladores del caserío Antivero, indignados, se ofrecían para servir de testigos de cómo la propia ambulancia lo había llevado a ese lugar.

Dejaron al abuelo sentado en una piedra y el chofer de la ambulancia comentaba que lo traían para que allí se muriera.

Doctor Baquedano, a usted le digo públicamente: ¿qué se ha creído? Un médico es el Presidente de la República y El Guerrillero irá a golpear indignado las puertas de La Moneda para acusarlo por esta acción, de la cual tendrá que responder tarde o temprano.

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