Nunca como ahora se ha necesitado la movilización de todos los colchagüinos en procura de nuestro legítimo progreso y bienestar, que nos han negado por espacio de más de dos siglos. Las representaciones parlamentarias más rimbombantes han pasado por los polvorosos caminos de nuestra provincia, sin que jamás hayan hecho nada positivo y fundamental por nuestro adelanto. Docenas y docenas de años chupándonos el dedo, mientras nuestros diputados y senadores hacían brillar sus nombres entre lo más escogido de la política nacional.

Vino don Balta, el autor de “Mi camarada padre”, y con ese empuje tremendo de su personalidad logró lo que nunca jamás se había logrado: hacer aprobar por el Congreso una ley que, sacando dineros del cobre, vendría a acumular los fondos necesarios para un proyecto que, como tantos otros, dormía el sueño de los muertos en las comisiones del Parlamento. Esto es, el camino pavimentado a Pichilemu y muelle en el balneario. Viejas aspiraciones progresistas de nuestro pueblo.

Entonces comenzó el ladrar y aullar de los sectores más reaccionarios de nuestra zona para detener el proyecto de don Balta. El veto presidencial sigue como una espada de Democles, suspendida sobre nuestras cabezas. Basta ya. Es hora de luchar, colchagüinos, de luchar por lo que nos corresponde.

Todos, sin excepción, se benefician con el camino y el muelle. Hay que luchar organizadamente. Hay que bombardear con telegramas la Presidencia de la República, el Parlamento y el Ministerio del Interior. Hay que salir a la calle y a las plazas públicas a exigir que se nos respeten nuestros derechos. Los sindicatos, las dueñas de casa, los clubes deportivos, las autoridades edilicias, los estudiantes.

Y para la restante representación parlamentaria les exigimos, por ser nuestros representantes, levantar un bloque de contención a las pretensiones de dejarnos sin proyecto. Los ojos de Colchagua están puestos en Maturana, Cancino, Gaona, Errázuriz, Bulnes, Jaramillo, Corbalán y Hermes Ahumada. Una prueba de fuego para que se lancen a la arena parlamentaria a defender, a brazo partido, el progreso de la provincia que representan. Una sola concesión merecerá el repudio de todos los que amamos nuestra tierra y queremos verla floreciente. A decir verdad, necesitamos que nuestros parlamentarios vengan a San Fernando y al interior a pronunciarse sobre este delicado asunto. Así sabremos quiénes son quiénes: quienes merecieron ser elegidos y quienes no. Los esperamos.

Resulta paradójico que, por defender nuestro progreso, atemoricen a los periodistas, como es el caso de Carlos Peña y Lillo, sobre el cual pende un proceso por el único pecado de luchar por Colchagua. Agrupémosnos en un frente poderoso de lucha para quebrarle la mano a los que no quieren que nuestra atrasada provincia por fin avance.

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